Acaricié tu grácil barbilla en
ese sin querer necesitado, previsto en el descuido de una risa, recreando el
tiempo a penas un segundo en tu piel tersa, suave, cálida, tan maravillosamente
femenina.
Al tacto de mis dedos,
imaginariamente me impregné de ti. Eléctrica descarga de halo azul, dirigido
trayecto inconfundible a este corazón hasta ayer errante; solitario,
desgraciado en el vacío, solo de aparente fachada colmado.
Volvieron las mariposas con sus
brillantes colores, sus danzas en la hilera casi olvidada de la adolescencia.
El sentir lloroso, disimulado, de un hombre en su plenitud adulta con puro
sentimiento arraigado.
Cómplices alevillas de verbos
cargadas, en el liviano de vuestras alas lleváis impresas la inocencia de mi
ser y, en el batir del viento el manto inconfundible de amar.
Me posé en tu hombro agradecido,
cobijo de mis inciertos.
Será la muerte con su oscuro frío
la que del amor haga el lamento, nunca el olvido de nuestros momentos, esos,
serán por y entre los dos…Eternos.
*José Manuel Salinas*
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