Abrazar
sin la seguridad cómplice,
es el
abrazo de lo temerario y,
atenazar
lo prohibido.
Al oír
tu voz…
-imagino
escuchar el eco de mi desvanecido nombre-
El
adormilado brillo de mi sangre se agita.
Mil
pensamientos, como torrentes vivos
escapando
al raciocinio…
te idealizan
y te buscan.
Mi
cuerpo, ahora en alerta,
rejuvenece
de savia.
Igual
que ese olvidado árbol
apartado
y solitario,
que
espera su ansiada primavera.
Cuando
te tengo cerca
quiero
buscar tus ojos.
Verme
reflejados en ellos.
-Saciar
el anhelo de tantos años,
dar
luz, a una necesidad cegada en mi silencio-
Cobardía
del momento,
mi
vista desvía la mirada,
temerosa
de lo incierto.
Abrazar
sin la seguridad cómplice,
es el
abrazo de lo temerario y,
atenazar
lo prohibido…
Se
matiza mi sangre,
las
aguas llegan mansas.
Se
hace otoño y,
la
savia espesándose
vuelve
a dormir…
*José
Manuel Salinas*
Como te dije en mi anterior comentario, imaginaba yo que el siguiente poema seria genial y aquí está tal como imagine abrazando las palabras y viendote reflejado en ellas y haciendonos sentir esa sensibilidad tuya.
ResponderEliminarMaravilloso poeta,es un poema de esos que leés en voz alta y te deja con ganas de más.
No existe cobardia ni nada incierto , solo esperar la ansiada primavera.
Felicidades, poeta.
Un beso.