Pintura de Juliette Aristides.
Sentado en el vértice de la media luna
con una mueca a modo de sonrisa
apenas un cuarto de luz por todo peso,
macabra sensación desprotegida.
Paciencia en un tiempo que no sobra,
asqueado de este pensamiento plomizo,
retorcido, desnudo y expuesto al baño
sin perfume de difícil olvido.
Flojeando está el corazón, vacío,
carcasa con riego intermitente
en marcadas cicatrices sin cerrar.
Envuelta está la vieja mente
En un fétido olor que supura desespero.
Solo con ella, compañera en aviso,
clavaré certero el vértice astillado
en lo más profundo de
mi existir;
creando una vida mortecina
sin retorno, sin paz, sin luz al final…
*José Manuel Salinas*
D.R.
Vamos a hacer una cosa... yo sumo mi cuarto de luz a tu cuarto de luz en este poema y ya, por lo menos... tenemos un medio retorno, media medida de paz y así, alargando, alargando, lo mismo tenemos media luz al final.
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Como siempre lindo y certero.
Mis saludos y mis huellas.
Nimué