Veo en
tu cuerpo
mi anhelado deseo,
acurrucada
en tu mirada,
tierna
está mi figura.
¡ Ay
doña, que por ti desespero!
sea
día o noche cerrada sin luna.
Que
no es amor, que no, que no,
son
lazos rojos de puro desenfreno.
Lengua
trastocada, paladar seco,
bullicio
en mi interior sin dejarme sereno.
Que
te miro, que me ves
los
dos en silencio, ninguno del revés.
Sudan
las manos, nerviosos los pies
te hago
un guiño y ya van tres…
Asiente
sonrojada desde el rincón,
eres
una dama, no del montón,
guardemos
las formas, yo tu ladrón,
busquemos
en disimulo ese atracón.
Pensamiento
alocado en sofoco,
interior
jubiloso, presurosa salió
doblando
la esquina, al maromo encontró.
Con
la suerte de una bendita, el potorro,
antes
marchito, mágicamente se humedeció.
¡Ay
Don, que por la entrepierna muero!
que
esté bien hecha, sin arrebato.
Soy
una señora, pero hace tanto que no cato,
que
haré premio de este festín y adiós al recato.
Las mieles del cielo en cuerpo siento,
yo
tan beata , mojigata y con reparos,
desvergonzada
en júbilo dispuesto,
destapo
mis ansias, no lloro por lamento.
Es el
cuscurro, que gustosamente tengo tan dentro.
Acabado
el momento, guardados los inventos
le
vino a la memoria el desconsuelo,
presurosa
en mañana bien temprano,
prometió
cual recado, ir a misa por pecado.
Rezar
dos padres nuestros, tres aves marías y un credo,
pedir
perdón a lo más sagrado, que no es justo
que a
su edad y terminando, lo haya catado.
Días
que vengan, ya no serán dos
ni
tres, ni ya tan siquiera se conforma con cuatro.
*José
Manuel Salinas*
D.R.
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