Tres notas perdidas
en el pentagrama de la vida.
Tal cual, sumisa y
apreciada
a tu fuerza y
bendición me encomiendo.
Doce son mis
alargados huesos,
dóciles cuerdas como
hilos,
desde la tierra a
la blanca luna.
Estado mortecino en
tus momentos de ausencia,
en la soledad
acuciante de las noches dormidas,
escondo mi alma
suspendida
para que suene en
otras nubes de gracia.
Arpa soy, por Eolo mi
dios adoptada
Heleno nacimiento
vestido de plata.
Caprichosas son mis
notas, vértices de tus sentidos,
marcadas sintonías
por ti dispuestas.
Céfiro tu nombre en
movimiento,
eólica sutileza que por ti hago vida.
Brisa que desde el
azul del universo,
acaricia mi esbelta
osamenta
en el suave trino
oculto que a ti me une, en un solo acorde.
Haces de mí lo más
perfecto… música.
*José Manuel Salinas*
Precioso poema, José Manuel. Supongo que fue el del Museo de la ciudad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es, este fue el que escribí y recite para el evento en el Museo de la Ciudad, me alegra te haya gustado, gracias por tus palabras y visita.
EliminarUn beso.
Hermoso poema, José Manuel.
ResponderEliminarTu sensibilidad poética se ha fundido en perfecta simbiosis con la música del arpa, un instrumento cuyas melodías acarician los sentidos como ningún otro.
Un abrazo
Gracias María José por tus palabras, esto fue un reto ( fue escrito para Trasnochando, y tocaba ese día el arpa eólica), la música como sentido común de la poesía.
EliminarUn beso.