Libertad...mujer. Rocío Pérez Crespo
Soy la emisión rotunda de lo que
pienso, análoga a una ventana abierta al mundo. Capaz de vaciarme por completo
para resarcir el efecto devastador que sostengo.
No me nutro con alimentos,
necesito el sentimiento más arcaico para avituallar el sol que luce dentro.
Ángel o demonio dependiendo que
me traiga el viento, que luz provoque el vestigio del axioma que merezco…bailo
cada mañana con los sonidos ancestrales de tambores y redobles, entre flores
que sucumben a los encantos de elfos y magos...de un hada coja y un duende
calvo. Duermo cada noche entre las sabanas bordadas de los pasados más
naturales, en los verdes que rozan mi cuerpo y los negros aletargados esperando
devorarme.
Me convierto en agua brava y
huelo a vetiver y diamelas, aunque eso solo sea para poder diferenciarme del
perfume restante o de las mansas cascadas que brotan incasables a los
dominantes ecos que solo traen azucenas.
Mírame; porque impero ser la
estrella rutilante que depreca que la lleves en tu cielo y creo, que tanto afán
me deja sumida en una desesperación impropia y maldita que me deja sin techo.
No me hagas girar mil veces
contra tus suelos, sin importarte contra que cantos me voy rompiendo, donde
dejo el rastro de sangre o donde las lágrimas que vomito desde las tripas a los
gusanos muertos por donde oteo, porque
aunque carezco de alas, mi nombre indica por donde vengo, que soy y en que me
convierto…
Desde tu libertad...hombre. José Manuel Salinas.
Vienes de la noche, haciendo día,
de nubes correosas, de lunas en noche cerrada y de estrellas que no alumbran,
estas en el más allá, pensamiento tuyo e ido….
Traes lluvia mansa, agradecida a
mi cuerpo, me ofreces el liquido que he de beber
Te haces torrente de agua
crecida, arrastras desde lo más profundo de mí ser.
Los Sentimientos todos míos,
desde la pensante cabeza al alma que en veces pueda estar en los pies.
Haces riada con palabras no
pensadas, inundas lo preciado; me haces
congojas, de nudos envenenados, me matas y revives
Me dejo llevar en los vaivenes de
tu empedrado, son mis pecados, todos veniales (no he matado, ni robado) son las
faltas de un pobre diablo enamorado, que pide a gritos un bien preciado, el
sustento de la vida, la tranquilidad de un tiempo pasado
Soy la noria sin música, de
alturas y caídas. Estoy hecho de sensaciones, de dominios imaginados, de luces
y sombras, de miedos desbordados.
No me pidas las estrellas, no soy
de vuelos soñados, déjame verlas desde el suelo por ti acompañado.
Pídeme el amor cautivo que en mí existe, vivamos el
mundo en real, fruta madura de dulce al paladar.
D.R. Ambos.
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