jueves, 14 de marzo de 2013

UNA VIDA





Colmada transcurre la acequia,
de ascos desbordada…
lento deambular de unas aguas sepia,
en indignos, continuos y malolientes retrasos.

Y tú, en las alturas ya fingidas, reina destronada;
sin color, demacrada, sin espejo,
ojeando en el interior de un pasado,
todo cierto, nada vano.


No llores la caída de la opulencia,
ni maldigas el ayer de los días claros,
quimérica desdicha de una existencia
enriquecida de sedas y poder.

Castillos de cofias, diligentes sirvientes,
oros, esmeraldas, brillantes y,
ese marfil tratado de tus dientes.


Voz cálida que adormece y vence,
estilizada figura engalanada de terciopelo,
prohibida  con descaro para los sin apellido bancario,
desganada para los de nombre vulgar, sin talonario.

Abierta y complaciente siempre estuviste,
desde el atardecer, en sábanas de raso
madrugadas de desnudo calor, fiebres enfermizas
de fuerza sumisa, fingiendo deseo y ardor.

Llegó como si nada, el helado invierno,
la flor se marchitó; las hojas con nombre
volanteadas en su fijo horizonte, perdieron color.
Árida la tierra sin abono, huérfana de riego,
en simple secano humano se convirtió…

Aguas turbias en un seguir fangoso, lento,
barreras de cañizo y barro,
ligadas al allá de lo más lejano
donde la cuna de alcurnias
se conoce como lo más bajo del destino…


*José Manuel Salinas*

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