lunes, 30 de abril de 2012

ACOMODO EN LA FIEL SOLEDAD






Tan bella y quieta, acurrucada entre cuatro paredes,
acompañada de su inseparable soledad, preparada sin consuelo;
esperas la oscura agonía de una muerte anunciada.
Callada letanía rezumando en agreste interior, visitadora de lloroso espasmos…
en intermitencia macabra que marca la ruta de dos mundos. Son húmedos suspiros que se agrandan con su mal  a ese acomodo de funestas tinieblas.

Rica flor en aroma taciturno, deshojados los pétalos de tu tiempo gris
en el tallo agrietado, cae el efluvio posado de una vida sufrida.
Entregada al ocaso, mecida sin amparo al sol de negra noche,
aguardas el retiro amargo como la solitaria estrella  despuntada, sin luz.


De unos malnacidos; como guijarros haciendo estorbo, quedas abandonada.
Desplazada al espacio de nadie, cansados apéndices como amarillos crisantemos.
Pelo cano, piel arrugada, perdida mirada suplicando la penitencia no merecida.
Solo te queda el cobijo de la húmeda tierra y, el pensamiento ayer sostenido en un cuerpo de juventud bendita.

Azucena de blancura extrema, brillo de alma pura, manantial inagotable de nobleza,
eres tú, ante la donación servil y sin reclamo del pan de tu boca.


No temas la paz de tu descanso, eres y serás  eterno ángel…


*José Manuel Salinas*
D.R.

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